El término desierto se instaló como la justificación del genocidio indígena y el robo de sus tierras en la «campaña del desierto» a cargo de Julio A. Roca, a fines del siglo XIX. Desierto para ellos era un lugar sin civilización, una enorme extensión que nadie usaba, solo recorrida por salvajes que había que erradicar o someter. En esta visión se trataba de un territorio vacío, la nada sobre la que construirían un mundo a su medida. Esta representación se convirtió en la más aceptada por la sociedad hegemónica.
Pero esa nada, en el más áspero de los casos, es una zona árida llena de vida, con una asombrosa biodiversidad adaptada a la escasez de agua y al clima extremo, condiciones que las sociedades indígenas conocían al detalle y aprovechaban para vivir organizados según sus propios códigos. Pero los mercaderes, promotores y guardianes de la conquista nunca pudieron ni quisieron verlo de ese modo, porque ellos son los verdaderos constructores de desiertos…
Árida es un acontecer sonoro documentado en una grabación, es un trance espinoso que se manifiesta a escondidas del ruido sordo y controlador de gran parte de la cultura local. En los días que grabamos esta improvisación, viajamos a Leubucó, donde está el enterratorio del cacique Mariano Rosas, un lugar hermoso y terrible a la vez, donde solo pudimos estar en silencio en compañía del dolor soplando entre los chañares..mientras en Santa Rosa las campanas de la catedral son el sonido implacable de cada hora… Árida es una de las epifanías de Ensamble del Espinal…
Ludmila Ayala – violín; Fabián Racca – guitarra, pies y voz; Mario Ayala – guitarra procesada. Improvisación grabada en enero de 2011 en La Casita de Carbono.